Soy Cristian Martínez Pérez. Tengo 32 años. Trabajo en la cooperativa Figueras, en Tudela, donde nos dedicamos al cultivo de extensivos: maíz, cereal y guisantes para congelados, entre otros. Ahora, por ejemplo, estamos experimentando con la soja. Tenemos en torno a unas 250 hectáreas de regadío y otras 350 de secano.

Tomé el relevo de este negocio en torno a 2010, a los 21 años. Para mí, el proceso fue muy natural. Todos los veranos, desde pequeño, venía a trabajar estos cultivos, que entonces eran frutales. Estudié un grado superior en desarrollo y aplicación de proyectos de construcción pero, cuando lo terminé, empezó la crisis del sector. Así que me incorporé al negocio enseguida, porque sabía que tenía futuro. Desde entonces, he introducido cambios tecnológicos en la explotación. Este es el principal valor que aportamos como generación a los veteranos: confianza en la tecnología.

Me llamo Itxaso Iriarte. Me he criado en el campo, entre gallinas. Mi padre entró como avicultor en el Grupo AN a finales de los años ochenta y, aunque trabajé un tiempo como camarera y como empleada en una fábrica agroalimentaria, sabía en el fondo que mi futuro estaba ligado a la granja familiar de Bertizarana. No fue hasta hace tres años, sin embargo, cuando me lancé a la piscina junto a mi hermano mayor. Habíamos visto una convocatoria pública de subvenciones y decidimos que era el momento de crecer. En la actualidad tenemos cuatro naves y 32.000 gallinas y gallos a nuestro cargo.

Tengo 28 años y mi día a día en la Avícola Kaxerna consiste en cuidar a los animales lo mejor posible, clasificar los huevos destinados a la producción de aves para el consumo humano, limpiar los espacios y lidiar con el bombardeo burocrático propio del sector. Una labor que comparto con mi padre, mi hermano y mi 'ama', aunque a veces mi tío viene a ayudarnos. Aquí todo el mundo es bien recibido.

El campo no entiende de festivos. Así que me encuentro siempre trabajando la tierra. Concretamente, en el municipio de Murillo el Fruto. Mi nombre es Gonzalo Visus Calvo y soy un joven agricultor de 32 años. Desciendo de una familia de labradores. Y hoy ostento mi propio negocio. Autónomo a tiempo completo, vaya. Me dedico sobre todo a la producción de cereales y, en pequeña medida, a la de algunos productos hortícolas: espárragos, guindillas… Mi andadura en el mundo de la agricultura comenzó de la mano de mi tío y de mi padre. Enseguida me di cuenta de que ese podría ser mi futuro. Y, de hecho, así ha sido. Actualmente, mi padre sigue en el oficio, pero tenemos dos negocios diferenciados. Cada uno se ocupa de sus tierras, aunque (por supuesto) nos ayudamos el uno al otro cuando es necesario. Principalmente trabajo solo. No obstante, en la temporada del espárrago necesito más trabajadores para las tareas de recolección. Destino casi toda mi producción a la cooperativa de Carcastillo.

Mi nombre es Silvia Lázaro Alfaro y soy de Figarol. Tengo 37 años y junto a mi madre y mi hermano estamos al frente de la granja El Moro, dedicada a la producción de leche y quesos de cabra en dicha localidad de la Merindad de Tudela. La idea original de este negocio nació de mis padres. En realidad el nombre de 'El Moro' procede del apelativo que tenía mi padre. En 2007 se construyó la granja y la producción de leche la iniciamos en 2008.

Apenas cuatro años después, en 2012, mi padre falleció repentinamente y yo, que soy licenciada en Química y que entonces estaba estudiando un máster, decidí echar una mano en el negocio familiar. El hecho de que estuviéramos en el momento más duro de la crisis y de que no existiera la posibilidad de encontrar un trabajo me empujó a dejar Pamplona (donde estaba viviendo entonces) y volver a Figarol. Desde aquel momento, no hemos dejado de trabajar e innovar en este proyecto. Así, abrimos la quesería en 2019 y ahora mismo tenemos Facebook e Instagram, donde mostramos nuestro trabajo del día a día y la calidad de nuestros productos.